Testimonio Dra. Katia Cornejo Flores

Mis planes eran otros, deseaba especializarme en psicología clínica sin embargo acepté el reto de saber cómo era el trabajar con niños y sobre todo con aquellos ángeles postrados en cama.

Llevo 25 años colaborando con los “Misioneros Siervos de los Pobres”. El 1 de Julio de 1995 inicié este maravilloso camino; cuando, por primera vez, el Sr. José Luis (llamado en el Movimiento, cariñosamente “Tío Pepe”) me enseñó el Hogar confieso que, al ver a nuestros niños con Hidrocefalia, Microcefalia, Parálisis cerebral, Labio leporino, etc., me asusté, dentro de mí dije: -Dios mío... ¿podre con esto?”. Sin embargo, me dije: -Veremos cómo van las cosas y pienso estar hasta que acabe el año.

Fueron pasando los días y tuve que leer bastante, actualizarme, investigar y hacer cursos para capacitarme en el trabajo con los niños. A esto se fue sumando lo más maravilloso, el inicio de un cambio en mi vida y en la de mi familia, empecé a conocer más a Dios pues recibíamos cursos de Catequesis, teníamos retiros, celebraciones Eucarísticas, etc…, poco a poco, el sentido de mi vida fue cambiando. Al mismo tiempo a mi esposo lo llamaron a colaborar en el Seminario Arquidiocesano “San Antonio Abad” del Cusco. A cada uno, en lugares diferentes, Dios nos hace un llamado a conocerlo más y a servirlo. Llegado fin de año, el “tío Pepe” me preguntó: -¿que había decidido? E inmediatamente le contesté - ¡ME QUEDO!

Así empezó mi vida profesional entregada a servir a Dios por medio de estos Ángeles. He trabajado con niños enfermos, también con algunos que no presentaban ningún tipo de dificultad física, pero que debían ser acompañados en su desarrollo psico-emocional, lidiando con sus diversos temperamentos y caracteres, pero ante todo comprendiéndolos. Un suceso que siempre me sorprendió fue el de las adopciones. Todavía hoy, recuerdo la primera adopción de la que fui testigo:

En 1996 un matrimonio peruano adoptó a una niña de 4 años y era impresionante ver como providencialmente la mamá (adoptiva) y la niña se parecían mucho, recuerdo que quedé paralizada y la señora me dijo: - ¿le pasa algo? Le conteste: - “su hija es igualita a usted”, por lo que la señora me miró, y se le llenaron los ojos de lágrimas…  fue una maravillosa experiencia (la primera de tantas vividas en el Hogar), pues en las siguientes adopciones casi siempre pasaba lo mismo.

“Me enamoré de mi trabajo, de mis niños y los fui conociendo cada vez más, entendiéndolos y logrando comunicarme con ellos”.

Hoy en día, muchos de los niños y niñas que conocí de 4 o 5 años, tienen 29 o 30, muchos ya son papás o mamás, y algunas incluso son Hermanas Religiosas… Es maravilloso encontrarme con todos ellos y recibir sus palabras de cariño: - ¿Cómo estás tía Katy?”

A lo largo de estos años, el Movimiento ha ido creciendo, recuerdo que cuando llegué sólo eran tres hermanas, mientras que ahora, son muchas. En 1997 al Padre Giovanni le surge la idea de fundar los Colegios y se dio inicio a esta nueva aventura. Desde un principio, se tenía claro el principio de que queríamos servir a los más pobres de los pobres, por lo que era necesario hacer una selección de las familias que cumplieran con ese perfil, una asistente social y yo recibimos el encargo de visitar a esas familias, en tal tarea, requeríamos la ayuda del Espíritu Santo para evaluar cada caso… Conocí realidades jamás vistas en mi vida, algunas muy dolorosas, las cuales me ayudaron a tener otra óptica de la vida y a agradecer a Dios por la oportunidad que nos daba de poner un granito de arena en este trabajo.

Posteriormente, iniciamos el trabajo en el Colegio “Francisco y Jacinta Marto” el cual estaba dividido en dos turnos: el primero se realizaba en la mañana y en éste atendíamos a niñas desde el grado de inicial hasta el 3er grado de primera; el segundo, lo hacíamos en la tarde y atendíamos a niños de los mismos grados. En esa época también ayudaba en el trabajo del comedor, recordando siempre lo que decía el P. Giovanni, parafraseando la Sagrada Escritura: “quién presta a los pobres, presta a Dios” (Pr 19, 17)

Hoy en día tenemos dos colegios y en cada uno de ellos podemos dar atención separada a niños y niñas. Gracias y me encomiendo a sus oraciones

No hay dinero, que pague sus sonrisas