“Quería ser médico de cuerpos, pero el Señor me cambió la vida y me invitó a ser médico de almas, para llevar su Palabra de sanación hasta los confines de la tierra”
Tengo 29 años, soy colombiano y llevo en los “Misioneros Siervos de los Pobres” (MSP) aproximadamente nueve años. En el tiempo en que todavía vivía en Colombia, mi vida transcurría en lo que el mundo considera “normal”: tenía mi carrera, mis amigos, mi novia; gustaba mucho de las fiestas y la diversión; pero, en medio de ello, a mi corazón le faltaba lo más importante… Sinceramente creía que mi vida no tendría sentido si no la dedicaba a una buena causa; de ahí que empezara a estudiar Medicina, carrera en la que buscaba no sólo el dinero, sino el poder servir a los más pobres.
También me marcó el hecho de que durante dos años entrara a formar parte de una ONG llamada “Un Techo para mi País”, donde me dediqué a construir casas para los pobres. Al principio todo fue muy bello: la gente era muy agradecida; pero con el pasar del tiempo volví a sentirme vacío. ¿Por qué? No lo sabía… Yo le comentaba a mi mamá esa situación de vacío, ella escuchaba e intentaba ayudar, recordándome que, sin Dios, ése es el resultado.
Pues sucedió que un día ella estaba viendo en la Televisión el canal EWTN, y vio un programa de los “Misioneros Siervos de los Pobres” y me lo recomendó. Yo no quería verlo, pero luego por diversas circunstancias curioseé un poco por “YouTube” y escuché hablar al P. Giovanni Salerno, quien dijo algo que me impactó: «Si damos a los pobres sólo el pan material los hacemos cada vez más pobres… Los pobres no tienen hambre sólo del pan material, sino que necesitan de Cristo, el Pan espiritual, para descubrir su verdadera dignidad de hijos de Dios y, por tanto, sentirse amados y deseados como son. He ahí el punto de partida para un verdadero cambio: el pobre que es consciente de su dignidad trabaja, cambia, deja el alcohol, se vuelve responsable, etc…”.
Conocí a los Misioneros Siervos de los Pobres en junio de 2012 y después de esa semana me enamoré de la oración y del trabajo. Estuve un poco más de un año en la “Ciudad de los Muchachos” de Andahuaylillas (Cuzco), sirviendo a los más pobres. Después de ese tiempo, empecé mis seis años de estudio, por lo que fui destinado a la comunidad de Ajofrín (Toledo – España), donde en el 2019 culminé todos mis estudios.
“Tenía mi carrera, mis amigos, mi novia, y gustaba mucho de las fiestas; pero, a mi corazón le faltaba lo más importante”.
«Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, […] os lo anunciamos […]» (1Jn 1.3).
Del tiempo de formación me gustaría destacar uno de los grandes valores que el P. Giovanni y los MSP han querido sembrar en mí, que no es otro que el, de un profundo amor a la Iglesia, al Papa y a la liturgia. Doy gracias a Dios por haberme ayudado a culminar este período tan intenso y fructífero.
Después de haber terminado mis estudios, fui destinado por dos meses a nuestra misión de Cuba, una misión muy hermosa que me ha gustado en gran medida, ya que realizamos, muchas veces, una evangelización desde "cero" dirigida a muchas personas alejadas de la fe.
Después de ello regresé a nuestra casa madre en Cuzco y en octubre del 2019 realicé mis votos perpetuos. Actualmente, me han destinado a ayudar al P. Carlos, en la formación de los chicos que conforman el "Centro Vocacional", un lugar, donde muchachos que tienen una inquietud vocacional hacia la vida religiosa, se forman.
Doy gracias a Dios, agradezco también a todos vosotros por vuestras oraciones (de manera especial a tantas monjas y monjes de clausura que rezan por las vocaciones, porque a través de ellos Dios va tocando y transformando corazones). Estoy feliz con mi vocación y deseo poner al servicio de los pobres y de la Iglesia todo lo que he aprendido. Doy gracias también a mis formadores, entre los que quiero destacar la infatigable labor del P. Giuseppe (superior de esta comunidad por muchos años), del P. Walter (actual superior), del P. Pablo (formador) y de mis queridos directores espirituales (uno que me cuida desde el Cielo: Don Felipe; y otro que vela por mí en la tierra: el P. Sebastián). También agradezco a los Hermanos de mi comunidad por su paciencia, alegría, cercanía y caridad para conmigo.