JUN 6, 2025
Desde los inicios de los Misioneros Siervos de los Pobres, el padre Giovanni, nuestro fundador, nos pidió que fuéramos asiduos a la Adoración Eucarística. Personalmente, para mí fue casi una novedad tener una adoración eucarística diaria. Había estado en un grupo juvenil desde los 13 años, pero no teníamos formación en esta práctica. Recuerdo que, al principio, rezaba mirando al Cristo crucificado, y no al mismo Cristo realmente presente en la custodia.
Gracias al Señor, poco a poco fui aprendiendo a saborear su presencia en la forma consagrada y expuesta. Lo primero que hizo el padre Giovanni fue solicitar al arzobispo de Cusco el permiso para que tuviéramos al Santísimo en nuestra pequeña capillita del Hogar Santa Teresa de Jesús, y este permiso fue concedido.
Desde entonces, en todas nuestras capillas los Misioneros Siervos de los Pobres reservamos el Santísimo y tenemos adoración eucarística a lo largo del día. En la Ciudad de los Muchachos contamos con diferentes centros —el Seminario Menor, el Colegio, el Centro Técnico de Formación Profesional (Cetpro), la granja, la parte administrativa, la casa de los padres y el Hogar de Niños— y cada uno de ellos tiene su propia capilla. Además, tenemos una capilla mayor.
Siguiendo el espíritu que nos inculcó el padre Giovanni, propusimos a los colaboradores de Mantenimiento y del Cetpro (unos 22 en total) la idea de tener expuesto al Santísimo durante una hora cada semana. La propuesta fue bien recibida, así que, desde finales de abril, comenzamos la adoración con el Santísimo expuesto.
Quisimos que la participación fuera voluntaria. Solo al inicio pedimos la presencia de todos. Como las labores inician a las 8:00 a.m., empezamos la adoración diez minutos antes, los lunes, jueves y viernes. (Los martes no puedo exponer, ya que como Ministro Extraordinario de la Comunión debo salir de misión a comunidades fuera de la Ciudad de los Muchachos). Los miércoles, a las 8:00 a.m., tenemos la Misa para los colaboradores.
Luego del inicio de la exposición, los colaboradores van a sus tareas, y uno de ellos se queda cada 15 minutos acompañando al Señor. Es muy hermoso ver la piedad y devoción con que participan, tanto al comienzo como durante los turnos de adoración. Los grupos son de cuatro personas, salvo el último, que originalmente era de solo dos. Estas dos personas se acercaron y me pidieron no ser completadas con otros dos, sino que cada uno pudiera hacer media hora de adoración. Por supuesto, accedí con gusto.
Es conmovedor ver a cada colaborador adorando con tanto amor, en silencio, y en algunos casos, hasta con lágrimas, ante el Santísimo Expuesto. Seguramente el Señor derramará las gracias que tanto ellos, como nuestros bienhechores, están necesitando.
Pepe Lucho