ABR 1, 2025
El Viacrucis durante la Cuaresma es mucho más que una tradición en nuestra comunidad; es un camino espiritual profundo que nos invita a detenernos, reflexionar y renovarnos en nuestra fe. Al recorrer las estaciones, revivimos el sacrificio de Jesús, no solo como un acto histórico, sino como una experiencia viva que nos transforma. Este recorrido nos acerca más a Dios, nos llena de esperanza y nos desafía a hacer de su sacrificio una parte de nuestra propia vida.
Cada estación del Viacrucis nos confronta con nuestra humanidad: nos recuerda nuestras caídas, nuestras luchas, pero también nos invita a reconocer la fuerza que Cristo nos da para levantarnos. En cada uno de los momentos de sufrimiento que enfrentamos, Jesús camina con nosotros, dándonos luz en medio de la oscuridad y esperanza en medio de la dificultad.
Más allá de ser un acto de conmemoración, el Viacrucis es un proceso de conversión. Nos desafía a abrir el corazón, a dejar que el amor de Cristo nos transforme para comprometernos a vivir nuestra fe con mayor generosidad y perdón. Es un tiempo para reflexionar sobre cómo podemos llevar su amor al mundo, no sólo en los momentos de alegría, sino también en los de sacrificio y entrega.
Para los cristianos, el Viacrucis tiene un significado trascendental. Nos recuerda que la verdadera conversión no se da solo en tiempos fáciles, sino también en los momentos difíciles, cuando seguimos el ejemplo de Cristo en su sacrificio. Al caminar con Él, aprendemos a vivir el amor incondicional, a perdonar sin reservas y a tener esperanza incluso cuando enfrentamos pruebas. Este es el camino de la fe, que nos guía hacia la luz de la resurrección.